‘Do Revenge’ (2022, Jennifer Kaytin Robinson)

Por Ricky Montesinos

Bien dicen que todas las historias habidas y por haber ya han sido contadas, prueba de ello se presenta en la magnífica producción de textos que tanto griegos como romanos dejaron como legado para la posteridad. Es bastante común mantener la creencia de que como creadores hemos hallado el hilo negro en alguna de nuestras obras, pero tras el más mínimo reparo de investigación, probablemente nos daremos cuenta de que a alguien ya se le ha ocurrido esa misma idea, y no sólo eso, sino que la ha publicado. ¿Es esto un problema? ¡En lo absoluto!

Atender a los referentes contenidos en la cultura representa una de las maneras más genuinas de creación, pues los seres humanos aprendemos en gran medida gracias a la imitación, con la gran ventaja de que desde ese momento adquirimos el privilegio de devolver eso que hemos aprendido, pero a partir de una visión propia, que sí es única y exclusivamente nuestra. Este es el mayor aprendizaje que he obtenido de la cinta Do Revenge.

Tras la filtración de un video íntimo, Drea desciende de la escala social en Rosehill Country Day, exclusivo instituto ubicado en Miami, en el que ostenta el título de “queen bee” dentro de un círculo conformado por los chicos más populares. Paralelamente, Eleanor, una nueva estudiante ingresa al mismo colegio y devela que está en la búsqueda de la persona que arruinó su vida al envolverla en un escándalo vinculado a su orientación sexual. Luego de que ambas jóvenes se conocen, deciden apoyarse mutuamente y hacer justicia por su propia mano para finalmente descubrir su enfermiza sed de venganza.

La dirección de esta cinta de origen estadounidense corre a cargo de Jennifer Kaytin Robinson, quien ha ejercido diferentes roles en la industria audiovisual, que van desde directora, productora, hasta escritora, este último por ejemplo, con Thor: Love and Thunder.

Una serie de tópicos fácilmente identificables entre las historias dirigidas a las jóvenes audiencias son los que caracterizan a esta producción, cuyo “background” es más interesante de lo que a simple vista podríamos imaginar. La película está inspirada en Strangers on a Train del legendario Alfred Hitchcock, a su vez basada en la novela homónima escrita por Patricia Highsmith, lugar de donde se toma la premisa estrella para situarla en un entorno adolescente, femenino, actual y “fashionista”.

Uno de los grandes aciertos del proyecto es el elenco que lo sostiene, presumiendo de contar con un ambicioso reparto conformado por talento que actualmente brilla en las series adolescentes del momento. La lista está encabezada por Camila Mendes (Riverdale) y Maya Hawke (Stranger Things), protagonistas de esta comedia negra, seguidas por Austin Abrams (Euphoria), Alisha Boe (13 Reasons Why), Maia Reficco (Pretty Little Liars: Original Sin), sólo por mencionar algunos.

Esta apuesta de Netflix se caracteriza por una estética precisa que alude de forma pertinente a una moda que fluctúa de los 90’s a los 00’s y repercute en nuestra época actual con el tan codiciado por la generación Z, “aesthetic Y2K”. Esto es importante porque la esencia del proyecto yace en el tributo que rinde al imaginario contenido en la cultura pop juvenil. Así pues, el espectador es testigo de las típicas situaciones adolescentes a través de la recreación de cuadros surgidos de títulos tales como Clueless, Cruel Intentions, 10 Things I Hate About You y Mean Girls.

El diseño de vestuario a cargo de Alana Morshead y el estilismo por Katie Ballard, son pieza fundamental para desarrollar el universo adolescente que nos envuelve durante las casi dos horas que dura esta película, donde a cada segundo somos deslumbrados por una serie de looks impecables que, para fortuna de la audiencia, son el complemento perfecto para actuaciones muy competentes.

La anécdota se impregna de diferentes temas de interés actual para la sociedad, entre los que se destacan el feminismo, la sororidad, el racismo y la hegemonía patriarcal, inmersos en un contexto que presume de ser más inclusivo tanto en representación étnica como en visibilidad sexual, sobre todo en lo que corresponde a la homosexualidad femenina.

Una historia que desde un inicio se nota predecible toma su propio rumbo al usar con maestría un “plot twist” simplemente para recordarnos que las películas más comerciales también pueden ser apuestas ingeniosas. El resultado final es un producto fresco que lejos de buscar aleccionar a su público, decide tomarlo de la mano para invitarlo a presenciar un festín de colores pastel, moda, humor negro y el retrato de una sociedad adolescente que nos recuerda a ratos la crueldad, pero también el saco de ilusiones con el que todos hemos cargado en algún momento.

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