Materialistas (2025, Celine Song)

Autor: Jorge Abad Pérez

Tras el éxito de Vidas Pasadas (Past Lives), Celine Song regresa con Materialistas (Materialists), una propuesta que ha generado opiniones encontradas entre crítica y público. Si en su anterior filme exploraba el paso del tiempo y el peso de las decisiones en las relaciones, aquí vuelve a situar el amor en el centro, pero desde un prisma más contemporáneo y con tintes de ensayo social. El resultado es una película que, bajo la superficie de una comedia romántica, reflexiona sobre el mercado de las relaciones, la soledad urbana y la fragilidad emocional en un mundo acelerado.

La premisa es sencilla en apariencia, aunque su desarrollo esquiva las fórmulas clásicas del género. Lucy (interpretada por Dakota Johnson) trabaja como matchmaker, una suerte de celestina moderna que, en pleno siglo XXI, ofrece un servicio similar al de Tinder: conectar a personas de acuerdo con sus aspiraciones, muchas veces tan irreales como los sueños que inspiran sus perfiles. Desde esta óptica, el amor aparece contaminado por la lógica transaccional. Song utiliza este punto de partida para preguntar, de manera casi filosófica: ¿qué significa enamorarse en una sociedad donde todo se mide, se compara y se compra?

El título, Materialistas, no es casual. La protagonista contempla las relaciones como intercambios, como una suma de intereses mutuos más que como un espacio de autenticidad. Lo curioso es que, a pesar de que Lucy no es un personaje amable ni fácil de querer, Song consigue que el espectador se acerque a su mundo y se pregunte junto a ella: ¿quién merece ser amado?, ¿qué es la felicidad?, ¿es posible escapar a la mercantilización de las emociones?

En este escenario se despliega un triángulo amoroso compuesto también por Harry (Pedro Pascal) y John (Chris Evans). El primero ofrece un contrapunto cálido y humano, demostrando que Pascal, a pesar de la sobreexposición mediática, sabe dotar a sus personajes de matices y vulnerabilidad. Evans, por su parte, rompe con la imagen superheroica que arrastraba desde hace años para dar vida a un personaje más cercano, frágil y reconociblemente humano. La dinámica entre los tres evita caer en lo manido y permite que la película se mantenga viva, con tensión emocional sostenida por los diálogos y las miradas.

A nivel formal, la mano de Song se percibe con claridad. La directora apuesta por planos íntimos que cargan de tensión las interacciones y por conversaciones que funcionan casi como prolongaciones de sus propias reflexiones sobre el amor moderno. La atmósfera que construye no busca el desenlace perfecto, sino provocar en el espectador sensaciones ambivalentes: nostalgia, desconcierto, incluso cierta rareza. Es un cine que deja poso, que no se agota en el visionado inmediato y que invita a la introspección.

Uno de los aspectos más debatidos es el arco de los personajes. Lejos de las narrativas tradicionales, Song se aproxima al estilo slice of life, mostrando fragmentos de experiencias cotidianas más que un desarrollo lineal con clímax y desenlace cerrado. El final abierto puede dejar insatisfechos a quienes busquen una conclusión clara, pero refuerza la intención de la directora de situar al espectador frente a las dudas más que frente a certezas. En esa aparente falta de definición reside, paradójicamente, parte de su fuerza.

Resulta interesante también cómo la película oscila entre lo autoral y lo popular. Respeta algunos códigos mínimos de la comedia romántica (la química entre personajes, los equívocos sentimentales), pero los subvierte con un toque de “ciencia ficción social” que recuerda, en ocasiones, a la estética de Black Mirror. No estamos ante un producto de estudio calculado para el consumo masivo, pero tampoco ante un ejercicio hermético. Materialistas transita ese delicado espacio intermedio, y ahí radica tanto su atractivo como su dificultad de encaje.

La recepción crítica ha sido desigual, en parte porque supone un giro hacia un registro más comercial respecto a Vidas Pasadas. Sin embargo, reducir la película a esa lectura sería injusto: Materialistas busca, a su manera, tender un puente entre el entretenimiento y la reflexión, entre el placer narrativo inmediato y la pregunta incómoda que nos acompaña después de salir de la sala.

En definitiva, Materialistas es una obra imperfecta, pero justamente en esa imperfección reside su encanto. Celine Song confirma que es una de las cineastas más prometedoras del panorama actual, capaz de tomar los códigos de un género saturado y darles un aire nuevo, más humano y más cercano a las contradicciones de nuestro tiempo. Puede que no alcance la solidez emocional de Vidas Pasadas, pero ofrece un recorrido inteligente, arriesgado y sugerente por los dilemas del amor contemporáneo.